3) De colores...Cuento
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Cuando era pequeña me leí los dos volúmenes de la primera edición de las Mil y Una Noches. Una joya. Me los habían regalado para mi décimo cumpleaños. Aún los guardo. Son dos libros medianos, encuadernados en piel, azules. En la portada llevan sobre impresionado en color dorado , un misterioso anagrama y debajo, el título. Recuerdo que nada más tocar la textura granulada de los lomos quedé imbuida para siempre por el espíritu de su protagonista. Ella es la culpable de que me guste tanto contar historias...
Así que te voy a contar un cuento muy especial, porque tiene la particularidad de que lo que te cuento es absolutamente cierto.
No te pasa a veces que al oír una canción, al percibir una esencia, al leer una frase cualquiera...Que de repente parece abrirse una puerta en el recuerdo y aparecen en tropel una nítida cascada de imágenes y sonidos, de algo que sucedió pero habías olvidado?
Pues justo eso fue lo que me paso al leer tu frase sobre el arcoíris y el color de las personas.
Yo aún no había cumplido los veinte cuando acompañé a Sonia , que es vegetariana, a aquel herbolario. El dependiente era un tanto peculiar, longilineo, vestido como para la noche Ibicenca y
con el pelo tan blanco como su ropa. Juraría recordar que de tan pálido se le traslucían las venas de
sus delgadisimas manos. Mientras ticaba el valor de las salchichas de champiñones que había elegido
mi amiga, el tipo me clavó insistente sus ojos acuosos, horadándome de una manera cuanto menos curiosa. Le mantuve la mirada extrañada e inquieta.
Cuando estábamos a punto de salir escuché su voz detrás de mi. ~Te encuentras bien? - me dijo ~Por?-le pregunté, y me soltó así como de lo más normal , ~Por que veo una mancha oscura en tu riñón derecho. ~Perdona?, me encuentro de maravilla, no sabes lo que dices.
Pero por lo visto sí que sabía...Y siguió diciéndome, ~Veo tú aura, tienes un aura muy brillante, deslumbras. ~Ah, si? -aqui me eché a reír e irónica le animé a continuar ~Y de color es?
~Es azul oscura, casi violeta y tiene toques blancos y dorados...Pero tienes una mancha oscura a la altura de tu riñón.
Le miré como solo se puede mirar a los veinte años, cuando aún crees que lo sabes todo y los demás no saben nada. Y salimos riéndonos como dos tontas.
Al día siguiente empecé a creer que pudiera ser verdad que aquel hombre pudiera ver auras y sus colores . Al tercer día ingresé en el hospital con un cólico nefrítico que llevaba cuarenta y ocho horas matándome de dolor.
Después de diez años y dos colicos nefriticos más, cenaba tranquilamente con tres amigos en la
terraza de un restaurante de Burgos. Era una fresca noche de principios de primavera.
Aquel “vagamundos” que evidenciaba a primera vista un fallo importante en sus niveles de Litio, se echó a reír contagiándome de su alegría. Todos nos reímos con él. Probablemente careciera de casi todo, pero era el dueño de contagiosas carcajadas.
En un momento dado , aún no sé cómo, en un movimiento más propio de un gato que de una persona (por lo rápido y elegante que fué) se quitó la capa y me la colocó sobre los hombros acompañándola de un: ~Tienes frío, princesa.
Envaré la espalda horrorizada, mientras que en un gesto instintivo proyectaba los hombros hacia atrás queriéndo zafarme de ese manto tan sucio. Pero era tan gruesa y pesaba tanto que no se movió ni un milímetro de mi cuerpo. En vano y a toda velocidad repasé todas las fórmulas de cortesía que conozco, por ver si siendo educada se me ocurría alguna que me permitiese salir airosa de esa situación.No di con ninguna.
Empecé a sentir miríadas de pulgas imaginarias que invadían mi cabeza y a la vez me calmaba diciéndome que ni las pulgas querrían vivir sobre aquellas fibras tan viejas. Así que aún con la capa sobre los hombros me volví dispuesta a ser maleducada. Le mire fijamente sin saber que decir y al fijarme en la sonrisa ancha que me regalaba me desarme. Leí en sus erráticos ojos , surcados de arrugas , que me estaba prestando lo mejor que tenía. Hacía fresco era verdad, y él que llevaba solo ropajes ajados y finos , se había quitado su abrigo para taparme a mi.
Soy una necia pensé, y tras preguntar a mis acompañantes le dije que si quería podía cenar con nosotros. Pidió permiso para lavarse las manos y se sentó a mi lado.
Nos contó quién era mientras terminábamos de cenar. Era el principe heredero de un maravilloso y lejano reino. Yo le creí, porque esa era su verdad y no mentía. Me habló de ríos caudalosos, de peces que brillaban, de montañas, de caballos y me habló de su princesa.Una que tenía (decía él) mis mismos colores. Y para mi sorpresa me dijo que mi aura era azul oscuro, casi violeta y que tenía además destellos blancos y dorados.
Y entendí entonces porque pesaba tanto su capa. No era mugre. Era porque aquel ser humano diferente , tan especial que sabía ver los colores de las personas, llevaba sobre sus hombros el peso de su futuro reino.
No, no era barro sucio aquello que se adhería a los bajos del tejido. Era la tierra soñada de su otro mundo.
Pero esta amigo mío, es una historia de otro color. Tal vez otra noche Sherezade decida contártela...