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6) La inercia de la primera vez (Relato)






6) La inercia de la primera vez (Relato)


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LA INERCIA DE LA PRiMERA VEZ

Toqué levemente haciendo acopio de valor, controlando los nervios que eran todos los que tenía y eran muchos como puedes imaginar. Entré y como soy así de lista le dije que me llamaba AnaBelen, ya ves...le di mi nombre de verdad.Tuve que repetírselo porque no me escuchó. Creo que no me salía la voz. Me dio dos besos y muy amable me abrazó. Niña, estás temblando...Es que no se andar con estos tacones...Se lo dije mientras me los quitaba de un tirón, sin ningún glamour. Se echó a reír. Me cayó genial. Su risa era franca, casi de niño pequeño y eso que superaba la cincuentena seguro. Vestía unos Levis con la raya planchada, camisa blanca impoluta y chaqueta de tweed con pañuelo de seda que asomaba desmayado del bolsillo superior. Todo un elegante y trasnochado dandy que me gustó al instante. Que agradable su contacto. Estaba blandito. Algo pasado de kilos, más bajito que yo. Se notaba que era de los que disfrutaba de los placeres de la mesa. Boca sensual, labios carnosos, mofletes infantiles, mirada socarrona y traviesa...Todo ello me llevo de forma inmediata a diagnosticarle un acusado síndrome de PeterPan y aunque solo estaba en primero de carrera acerté de pleno. Un rasgo a destacar de su carácter fue una vanidad tan evidente que me resultaba más graciosa que ofensiva. Me estudiaba goloso, hinchándose como un achuchable pavo real. Los botones de su camisa a la altura de la cintura amenazaban con estallar en cualquier momento. Un poco de deporte no le hubiera venido pero que nada mal.



Había un jacuzzi enorme dentro de la habitación. Ante esa visión se me disparo el resorte interno de la diversión. Será porque soy piscis y me encanta el agua. Rompí los últimos diques de la contención y el decoro. Ni la educación conservadora que mis padres me habían inculcado , ni el colegio de pago al que había asistido habrían podido contener a mi alocada inercia. Literalmente me lancé a la piscina. Mentalmente al menos normalice lo anormal a la velocidad del rayo. Sonreí más tranquila.



La cocina estaba comunicada con la habitación por medio de un interfono. La voz rubia de la encargada inundó la estancia preñada de interferencia metálicas . ¿Que haces, te quedas? Veinte años después sigo sin saber si me lo preguntaba a mi o al señor, pero pasmada no me moví y el cliente que tenía más kilómetros que el baúl de la Piquer se acercó al aparato y dijo que yo era una delicia, que se quedaba lo de siempre dos horas con jacuzzi. ¡Que bien! Aquel caballero poseía el don de la telepatía. Mis neuronas palmearon complacidas. La habitación tenía de todo. Parecía un parque de atracciones. Anduvo hasta la lujosa barra de caoba que había en la esquina y se sirvió un coñac, un Courvoisier, me acuerdo. Dio un sorbo, me beso muy aséptico y me ofreció una cola. En vaso no seas malpensado.



Me encantaría meterme ahí contigo, eso lo dijo él, que yo no me atrevía a hablar, no vayas a creer que me insinué ni nada de eso. La cama era grande, una King Size a la española. Estaba cubierta con una sabana de cuero negro y tenía dos cojines también de cuero pero en rojo a la cabecera. Había preservativos en el primer cajón de la mesilla. Menos mal que Juan, el cliente, tenía más tiros dados que una escopeta de feria, lo sabía todo y me iba indicando. A pesar de que él estaba recién duchado y olía muy bien a una colonia de esas caras que no supe identificar lleno el jacuzzi, se encargó de echar jabón y se desnudó. Ven, que te voy a presentar al alcalde y a sus dos concejales. Sorry, conteste, yo es que de política entiendo más bien poco...Que caso , tenía un humor envidiable. No dejó de bromear.



El señor estaba encantado de haberse conocido, tenía ganas de agradar y se notaba. Con una alta implicación que a mí me pareció lo normal porque no podía comparar me hizo los honores. Después del ansiado baño se molestó en secarme con una toalla y se entretuvo en pasarme la lengua por cada rincón haciéndome cosquillas. Si te lo estás preguntando por supuesto que se la chupé. Primero le pregunte que como le gustaba el francés, con gracejo inigualable me contesto que le gustaban las francesas. Tuve que usar dos porque el primero no se desenrollaba. Conseguí ponerle el condón. Me arrodillé y le pase la lengua al ayuntamiento en pleno. Que difícil es triunfar en política, no creo que le entusiasmase mucho mi intervención porque a los cinco minutos me hizo una moción de censura y me informo de que a él las almejas le gustaban sin limón. Pues vale, no sé cómo había podido vivir hasta ese momento sin esa información. Eso no se lo dije, solo le pensé. Cambiamos las tornas, le puso empeño y ganas. La visión de su frenética lengua mojada allí moviéndose entre mis piernas mientras me miraba en plan lúbrico-lascivo no me ponía nada. Hizo un cepo con sus antebrazos y mis muslos y haciendo presa como un rottwailer sin correa, aumentó el ritmo. Yo no sabía si reír o llorar. A ratos se me parecía a la figura esa del perrito de las dudas. Ese que no sabe decir que si, porque al instante dice que no moviendo mucho la cabeza, depende de la curva. Teníamos uno en el coche como todo el mundo. En un alarde colectivo de imaginación familiar que no tenia parangón le pusimos "Quizás" . Sabes cuál digo?. Con esa mirada suya pretendidamente erótica y ese ritmo desenfrenado a veces parecía un personaje diabólico en pleno ataque de párkinson. El perro no, el cliente digo.



¿Es que nadie le había enseñado la diferencia entre un cunnilingus y una ablación clitoriana? Con una maniobra de distracción más propia del maestro Houdinni que de una joven de diecinueve le dije que si apagábamos la luz. Al decirme que sí despegó su boca y me dio tregua. Algunas veces llegue a sentir sus dientes en el clitoris y me clavaba los pelillos de la barba. Esto debería estar contemplado como delito en el código penal. ¿A que si? La tenía muy corta y dura. Me refiero a la barba claro.



No podía concentrarme, aún con la luz atenuada me veía reflejada en los espejos que recubrían las paredes y no sé, me parecía una peli porno de las malas, me costaba dejarme llevar. El señor era hablador y sabía muy bien lo que había que hacer, tenía tablas , más que un tablao flamenco. Me dio confianza y quitando la escabechína púbica lo demás lo hizo fácil. Cabalgando fue tierno y dulce. Eso era otra cosa. Se movía bien. Me dio todos los besos que yo le deje darme. Follamos un rato. Misionero irredento y poco más. Sorprendentemente se corrió enseguida. Lo mejor del encuentro fue su amabilidad y buen hacer en todo lo referente al carácter, lo peor que le olía el aliento a puro, y eso que estoy segura que era Cohiba , un buen puro, mi padre los fuma todavía. Seguro que si me hubiera mostrado cañera caña me habría dado aunque su perfil era más bien tranquilo. Excepto cuando se bajaba al pilón, que ahí tenía más peligro que un Gremlin el día de su bautizo.



A veces sobreactuaba, gemía demasiado. Él digo, que ya sabes que yo gimiendo soy muy comedida.Esos grititos suyos me desconcentraban. Yo creo que quería hacerme creer que se la estaba haciendo muy bien. Hombre, una conoce sus habilidades y por entonces el sexo como que no. Amable intentaba darme seguridad y se lo agradezco, aunque estoy más que convencida de que fui un poco desastre en la felación. Si, ya sé que esto también hubiera tenido que ser constitutivo de delito, porque además como agravante pagaba él.



Quiero que te corras...que generoso, esa petición suya sonó como una orden y me obligó a masturbarme y a conjugar el verbo fingir...pretérito...presente y al llegar al futuro hipotético conseguí correrme mientras él me lamía los pezones. A pesar de haber pagado dos horas solo quiso hacerlo una vez y me pregunto sin dejar de acariciarme y sacando mucho la lengua si me apetecía más . !Que horror! No, que estoy escocida. Bueno , la verdad solo le dije que ya iba servida. Es que me cayó muy bién. 



Por algún extraño fallo en alguno de los algoritmos de los circuitos neuronales cerebrales ,las mujeres estamos programadas a sentir empatía si se nos expone a la siguiente ecuación: [Ternura =(torpeza + generosidad)] el resultado fue que me lo comí a besos y no fue por su dinero. Hablo de otra forma de generosidad, su trato educado, su sonrisa sincera, su respeto, esas cosas, ya me entiendes. Se reveló como un gran conversador, aunque claro, yo era público cautivo y a él le encantaba el sonido de su propia voz. Agradable y culto se bajó a mi altura e intento que la charleta fuera fluida. Me preguntaba cosas de la "Uni" y eso, como si le interesara. Todo un profesional. Un caballero . ¿Verdad? Yo hablaba poco, solo cuando me preguntaba. No termine de soltarme pero valore su esfuerzo agradecida. Cliente totalmente recomendable para una novata como yo. Para alguien con más experiencia no sabría decirte, a lo mejor se hubiera quedado corto. No repetí, pero fue por falta de oportunidad. Fue mi primera y única vez. Resultó una experiencia interesante y muy entretenida.



Me fui de allí con el equivalente a cincuenta pagas de domingo. Portando mi 50% y cojeando por una repentina dismetría en la pierna derecha. A falta de bolso llevaba las 150.000 pesetas  metidas en una zapatilla. En la cabeza rumiaba la insegura seguridad de que en ese mundillo no se me había perdido nada.



Te pido disculpas si mi atrevida inercia te ha molestado. Desde que te conocí siempre he querido hacer esto. Contártelo digo.  

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