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Relato: Un sorbito de “ y ya que...”

SilviaMarNarvaez

Tlf: 655767964 







Titulo: Un sorbito de “Y ya que...” ( Relato )



Que si le podía ayudar a elegir una buena botella de vino. Jajjaja. Sinceramente, tenía pinta de entender de vino mucho más de lo que yo entenderé a lo largo de mi larga vida.  Pero me hizo gracia su sonrisa. A ver, no le veía la boca, al igual que yo, llevaba mascarilla, pero  igualmente la intuí reflejaba en aquellos ojos grandes y castaños. A buen seguro debía ser ancha, bonita, dibujada por pequeñas y graciosas arrúguitas. Rondaba mi edad, quizá un poquito más mayor. Le eché unos 47 años. Lucía ese atrevimiento entre tímido y lanzado. Estudiado. Absolutamente irresistible. 

  

El hombre tenía algo. Swin, flow...Ahora se llama así, tener flow. Vamos, comúnmente lo que se conoce de toda la vida como tener rollo. Que iba a una fiesta de cumpleaños de esas tediosisimas ,de puro compromiso, a la que en realidad  no quería asistir, pero que  no había sabido negarse y que quería llevar un buen vino de los caros, ahogar a su falta de empatía con taninos y con “agua de fuego del hombre blanco” y desaparecer haciendo mutis por el foro. 


Y ya de paso, si a mi me venía bien , que me invitaba. Iba solo. Y ya que yo estaba allí...  


La inflexión que imprimía a su voz, así como de suave  terremoto , apenas temblorosa , denotaba que no las tenía todas consigo. Pero por suerte era de los que pensaba que no se perdía nada en intentarlo. Y ya que yo está allí...


Siempre me pasa lo mismo. Cuando me visto para salir a matar vuelvo a casa sin orejas ni rabo. Y ese día que a mi juicio iba  hecha un desastre me sale un pretendiente. Esto no hay quien lo entienda. Estaba sin pintar. Con una coleta alta recogida con una ridícula cinta de colores. Vaqueros de la época prehistórica que un día yo misma me aventuré a cortar  a machetazos. Y una simple camiseta ajustada de algodón, beis. Haciendo esta autocrítica le pillé mirándome los pies. Eso si, llevaba una perfecta pedicura francesa  y unas sandalias preciosas. Doradas, con tacón . ¿Será fetichista? 


Le tenía a metro y medio como marcaban los cánones de la prudencia, con su amplia frente bronceada frente a la mía. Camisa blanca abierta en plan casual por la que asomaba un brochazo de pelillos finos y oscuros. Parecían suaves, tan suaves como los pelillos de los pinceles de meloncillo.  Y ese vaquero azul ceñido, tan bien llevado. Las piernas entreabiertas,  a medio camino entre un bonito arco de media punta y las de un imponente macho alfa en pleno pavoneo y exhibicionismo. 


Arte e instinto . Me pareció tan igual y tan distinto...


A pesar de la distancia y de la mascarilla, su voz de terciopelo incendiado sonaba vibrante, cálida,  eróticamente cercana. El clitoris se me puso duro. Entré en su juego de inmediato. Si era capaz de tocar mi vulva solo con su  voz , que no sabría hacer con sus manos.  Que no sabría hacerme con la boca. Y que sabría hacer con su sexo abultado. ¿Sabría? Ojalá que si. ¿Estoy pensando en su polla? Le miré fijamente, divertida, sorprendida de mi misma . Observé alrededor . No quedaban más clientes. 


La tienda no era grande y los pasillos luminosos no albergaban dudas. Estábamos solos. Nadie nos escuchaba. A la  joven dependienta le importábamos menos que la centésima parte del grano de  comino. Por ella podíamos desaparecer mimetizados en el ambiente.  Cumplida casi su jornada, miraba impávida hacia el reloj de pared , ausente , esperando que volasen  los cinco minutos que faltaban para el cierre.  






Con que poco se me dispara la imaginación . Asumí que recoger el guante que esté atractivo desconocido me tendía esa noche,  sería un acierto. Excitada, inusualmente imprudente y lanzadisima ,  ya había decidido saltarme todos los semáforos en rojo. No tenia nada mejor que hacer . Yo también tenía un compromiso cercano,  y era la encargada “barra” proveedora , de llevar el  zumo de uva que regaría la cena que los bandarras de mis amigos,  habían amenazado dar el próximo Sábado.  Por eso estaba allí. La vinoteca  caía  de camino a mi casa. Las manos aún me olían a  trementina . Acababa de salir de mi clase de pintura. 


Así soy yo, previsora . Y ya que pasaba por allí...


Ese día tenia por delante una entretenida noche “Neflix”que bien podía cambiar por otro tipo de entretenimiento .Le dije que vale. Que por que no. Que llamara a los de la fiesta aburrida a la que me quería llevar, que muermazo  ¿no?,  y que dijera que no iba a poder asistir. Eso sí, le dije que era la primera vez que lo hacía. Y cuando me preguntó que el que, le conteste que comprar alcohol. No te fastidia. 


Mi portal está aquí al lado , anuncié con las llaves en la mano. En mi casa hoy no hay vino , pero hay Alhambra especial. Por cierto tengo gato, ¿no serás alérgico?. Resultó que también le gustaba la cerveza y era amigo de los felinos. Mira, ya teníamos algo en común. Me convencí de que eso era  buena señal . Lo que yo llamo un buen comienzo. 


Últimamente había pasado por todos los estados, soltera, casada, separada, divorciada, estado de ansiedad, de euforia, de alarma, de excepción y ahora por fin apelaba a mi derecho a transitar al estado de locura transitoria. ¿Sabes que es lo bueno de haber cumplido los 43? Pues que aprendes a verbalizar y dices lo que de verdad te apetece. Para no sonar agresiva se lo adorné con cascabeles en la voz. Si no me dices tú nombre , ni tú edad, si no me cuentas tú vida ni piensas aburrirme preguntándome por la mía te invito a una cerveza. No soy ninguna santa, pero hoy puedes llamarme Teresa y si no te importa , yo a ti te llamaré Roberto. 


No lo dudó,  menos mal que mi nevera estaba surtida. Acabamos bebiéndonos tres y hasta pedimos pizza. 


Se empeñó  en comprar este Ramon Bilbao de edición limitada.  Ya ves ,  no lo llegamos a abrir. Nos tomamos la primera  cerveza entre risas nerviosas y nos fuimos directos a la ducha. Me acojo a la quinta enmienda. En estos tiempos esos besos están prohibidos. No quiero que me detengan. En mi defensa alego que lo hicimos tomando precauciones, desde atrás. A cuatro. Dos veces. Sabía moverse el bandido. Y acabamos frente al espejo del armario de mi habitación, de pie , me coloqué detrás de él y le masturbé lentamente, mirándonos a los ojos a través del espejo. Me pidió que me sentara en la cama y ayudándose con las manos me enseñó a hacerle una paja con los pies. Se corrió por segunda vez  y así fue como empatamos a orgasmos. Realmente bonito. 


No le dejé quedarse a dormir. Había sido todo demasiado bueno. Besaba y follaba cómo me  esperaba. Bien. Muy bien para ser sincera. Un magnífico polvo inesperado. Bueno, en realidad ya sabes que fueron dos. Y por eso mismo no le dejé quedarse a pasar la noche. No fuera a ser que resultara que roncaba y lo estropeara. Su coche estaba aparcado aquí al lado, así que le acompañé para despedirme. Le confesé la verdad. Que había sido un lujo conocerle y le pedí que no me buscara. Que mejor atesoráramos ese recuerdo perfecto. Roberto me abrazó sin quitarse la mascarilla. Sé que sonreía. 


Al marcharse olvido la botella sobre el aparador. ¿Quieres que la abra?¿Te apetece un vino? A mi  me apetece una copa.


Y  ya que está aquí...



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