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“Debajo” un botón ton ton (Relato)



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 “Debajo” un botón ton ton...(Cuento)


Hasta el escritor más mediocre sabe que la primera línea de su relato tiene la obligación de palpitar , de estar viva. 

También sabe que si quiere enganchar al lector, ha de dotar al primer párrafo de mandíbulas, corazón y dientes .

Y por eso esta historia comienza con un ratón. 


Al principio pensé que era una rata. Coincidió que justo al salir del ascensor se apagó la luz del descansillo del sexto. No es que yo entienda de ratones, que va. No me hagáis mucho caso , que mi sapiencia sobre el tema acaba en Tom y Jerry. Ni siquiera sé si los roedores se distinguen por sus chillidos. Y este chillaba. Asustada palpé la pared buscando la llavera de la luz pero no daba con ella. Estos portales antiguos mira que son oscuros. Mucho lujo, eso si, que el portal estaba en la mejor zona de Madrid. Os lo adelanto , la casita del Ratoncito Pérez no es una casa, es un palacio.


 Los ratones de capital se han vuelto burgueses.


Saqué el móvil y por fin logré encender la luz.  El bichejo chilló de nuevo y enfilando el  señorial pasillo, desapareció al fondo. Estaba gordito, era de esos grises, de cola larga y oscura. No parecía más grande que una peonza pero a buen seguro era más rápido que el juguete. ¿Muerden? Joder. Pues claro que muerden. Aunque pensándolo bien creo que el pobre animalito tenia más miedo que yo. 


Esto tiene que ser una señal. Llevo meses pensando en dejarlo. ¿Que hago yo aquí? En los tres años que llevo ejerciendo no había cedido ni una sola vez. Nunca había aceptado ir a domicilios. Solo voy a hoteles o bien recibo en mi apartamento. Pero precisamente por eso, por estar pensando en dejarlo le he dicho que si al tipo de hoy. Uno nuevo. Por hacer algo nuevo. 


Es mi cumpleaños, me caen treinta y cinco y no es que no me guste lo que hago. Al contrario. Pero a pesar de sentirme cómoda en “la piel que habito” , ya digo, estoy pensando en dejarlo. Debe ser que tengo algún gen inconformista , ADN defectuoso que me hace siempre desear cambiar. La ausencia absoluta de problemas se había convertido en mi único problema. Echaba de menos mi trabajo de mecanógrafa y el ruido de la oficina. Ya, ya sé. Es de locos.


Es complicado de explicar. Sé que soy una privilegiada. Me sentía valorada y reconocida por mi clientela, pero ya no era suficiente. “La realidad es que en este sector toda la verdad es mentira”. Eso me había dicho un cliente después de un servicio . Que capullo. De un plumazo me había sacado de mi zona de confort. ¿Estaba viviendo una mentira? ¿Y que es realidad? ¿Que es verdad? Me estaba desdibujando por su culpa. Mentira o verdad , la realidad era que desde entonces en cada encuentro me encontraba menos a mi misma. Andaba tan perdida como el pequeño Miky Mause del final de pasillo. 


Española y vaciada. Como algunos pueblos de la sierra. 


Tentada estaba de darme la vuelta y marchar. Pero no soy de las que fallan a sus citas. Y además , como había llegado con tiempo me había tomado un chocolate caliente en la esquina. Y me había dado por subirle uno a él. Son  las cinco en punto, la hora de la merienda.  Me di un último vistazo rápido. Había dudado entre la falda o el pantalón. Pero opté por ser discreta. Elegí un color neutro por el portero y por los vecinos. Mejor pasar desapercibida. Me llevé la sorpresa, la puerta del portal estaba trabada con una cuña de madera , abierta. Del guardián de la puerta no había ni rastro. Mejor. Entré sin cruzarme con nadie. Genial. Había un aire irreal en este portal. Para empezar el cuento al revés. Era yo la que seguía al ratón flautista que ya sonaba un poco ronco. Pobre, me estaba dando pena. Gritaba acorralado contra la pared de la esquina. Ahí estaba , apoyado sobre sus pequeñas posaderas .Desesperado arañaba el mármol con las uñas afiladas de sus patitas delanteras. 


 Y ahí estaba yo , vacilante , sin saber muy bien que hacer delante de la puerta del que iba a ser mi último cliente , agarrada a un chocolate caliente. 


Tiré de la chaqueta del traje para recolocarla a la altura de la cintura. Desabotone el cuello turquesa de la camisa de seda . Me recompuse el lacio flequillo con las manos. Lo estaba dejando crecer y no hacía más que verterse en insoportable cascada azabache sobre los ojos. Dedique un instante a observar los stilettos azules que hacían juego con el bolso. Hay que reconocer que iba elegante. 


Como mi abuela dice: “no hay segunda buena ocasión para crear una buena primera impresión”. 


Con un ojo en la desafinada fierecilla que estaba a mis pies y el otro en la majestuosa puerta de caoba,  timbré. Tardó una tonelada de tiempo en abrir. Pensé que para una vez que me animaba a cambiar las reglas del juego, me la habían jugado.Me dio tiempo hasta a entablar conversación con el ratón .Por ahí no se sale majo, las escaleras están en la dirección contraria. No me contestó, obvio, pero al oírme por fin calló.


Decidí que le llamaría  Robinson Crussoe o Lestat el vampiro. A mi cliente digo. Robinson por la barba larga y algo descuidada  y Lestat por lo tremendamente  pálido que estaba . Inquietante y perturbador... Hombre, no tanto , que tampoco es que pareciera el asesino de Bambi. Pero sí que era la representación exacta de un interesante vampiro recién salido de un naufragio. Vamos, si es que los vampiros viajaran en barco.¿Que para que iban a querer navegar? Si todos sabemos que saben volar. 


El pelo liso y oscuro le llegaba a los hombros. Pantalón negro de algodón  y jersey de vicuña negro. Elegante. Translúcidos los ojazos azules, bastante guapo a pesar de la barba. No llegaba a los cuarenta. Que flaco. La ropa le venía grande.  Mi madre te diría que te hacen falta un par de cocidos chaval.  Era extraño, no llevaba zapatos y juraría que un calcetín era negro y el otro azul oscuro. Me daba la sensación de que miraba a través de mi. Parecía que fuese capaz de ver el  territorio infinito que se extendía detrás de mis hombros. Y no decía nada. ¿Será que no soy su tipo? Me puse nerviosa. Me sentía ridícula ahí plantada con el vaso de plástico en la mano. Esto no está saliendo como esperaba. 


A todo esto mi nuevo amigo de cola gris dando por finalizado su recital se coló dentro sin hacer ruido. La versión silenciosa y lánguida de “Drácula en la puerta”,  ni se había dado cuenta. 


Me dio por hacerme la graciosa. ~¿Tienes queso en casa?. Como no contestaba deduje que le habría comido la lengua el gato. Sospechosamente este portal estaba empezando a parecerse a un zoo. Ahora solo me faltaba este bicho raro. Y yo sin estaca ni crucifijo. En fin, son los riesgos de mi profesión. Menos mal que me retiro .Tampoco le había hecho una pregunta tan difícil . Por fin pareció despertar de su letargo y me dijo que no, que no tenía queso pero que en la cocina había pan de molde y algo de jamón . Su voz era melódica , así como teñida de “blues”.Su tono apagado, casi un susurro. Arrastraba las consonantes. Daba la sensación de que le costaba hablar. Parecía que antes de que las palabras subieran a su garganta tuviera que hacer el esfuerzo de izarlas desde alguna sima oscura y profunda. 


No lo pude remediar. Llamadme loca. Me enamoré de la música triste que salía de su boca. 


Interesada busqué su mirada y sentí que el estomago me daba un vuelco. Como cuando a veces siento el miedo, ese vértigo que me envuelve al ver el reflejo que me devuelven mis ojos en un espejo. La vieja sensación de no saber quién mira a quien. No es porque sus ojos y los míos compartieran color. Era otra cosa. Me acordé de Nietche. “Si miras fijamente al abismo, el abismo acabará por devolverte la mirada”.


Y se me hizo la luz. El involuntario protagonista de mi particular saga Crepúsculo era ciego. 


Y supe que no había sido él quien me había llamado. Tengo oído musical y reconozco las voces. Me contó que había sido Esteban , el portero. Que en realidad era el hijo del anterior portero y amigo suyo desde la infancia. Con el tono un poco menos oxidado me confesó que llevaba un año sin hablar con nadie. Apoyó el dorso de la mano en la pared y me franqueó la  entrada. ~¿Puedo? Y uniendo la acción a la palabra encendí con un “click” antes de que él terminara de voltear la puerta. Olía a cerrado y a polvo. A estancia sin ventilar.  Perdona me dijo, pensaba que la luz del pasillo estaba encendida. Nunca sé cuando enciendo o apago. 


El pasillo era largo y excepto una todas la habitaciones parecían estar cerradas. La puerta del salón, que era la primera que estaba a la derecha,  era la que estaba abierta. La luz encendida , las persianas bajadas.  Un sillón de cuero granate de estilo capitoné reinaba solitario en el centro de la estancia. No había ni un solo mueble más. En el pasillo tampoco. Ni un cuadro. Nada. ~¿Te estas mudando?. Me dijo que no. Vivía desde que había nacido en la misma casa. Se había quedado ciego justo hoy hacia un año. Como no tenía familia,  hacía un año que lo habían hablado . Por eso Esteban me había llamado.  


Por aquel entonces creía que se quería suicidar y su amigo le había hecho jurar que se concedería un año para pensar. La degeneración mácular progresiva le había dado tiempo a poner orden antes de la oscuridad , a comprarse un almanaque digital con voz, a domiciliar  suministros, a fijar instrucciones ,a regalarlo todo. Todo lo había dado. Todo excepto la negación y los libros . Era escritor y tenía la cabeza llena de libros nuevos . 


También conservó su profunda depresión ,una cama , una mesa de cocina , una silla y el sillón del salón. Para no tropezar ¿sabes?. Que voy a saber yo , no tenia ni idea. Pero tenía sentido le dije. 


Se metió la mano en el bolsillo y sacó dinero, demasiado. Todos eran billetes de cincuenta , ordenados y bien doblados. No sé cuanto te tengo que dar. Le dije que de esos, cinco . Eres la primera persona a la que abro, la primera a la que dejo entrar. Esteban deja la comida en la puerta. Se cansó de llamar y de que no le abriera. Como todos los demás...Bueno eso no es verdad, Mi amigo es incansable en realidad. Esteban es de los que respeta.Y respetó mi necesidad de silencio. Ya sabes, uno tiene que perderse para poder empezar a buscarse.Por cierto, hueles muy bien. ¿Estás hecha de chocolate?   ~Se ha enfriado un poco, si tienes microondas te lo caliento. Como solo había una silla me quede de pie y le pedí que se sentara. Estoy ciego pero no soy inválido, siéntate tú por favor. Al final nos quedamos los dos de pie y en el primer sorbo se echó a llorar. Jolin, ¿pero porque lloras?


Por el calor. Lloro porque ya no me acordaba de como saben las cosas calientes. Lloro porque llevo un año comiendo sándwich de jamón. Un año atrapado en estas arenas movedizas. Ahogándome en esta puta oscuridad. Lloro por que me da la gana  y lloro porque mis ojos ya solo me sirven para llorar. Me dio por llorar a mi también. No llores mujer, ¿pero y ahora tú por que lloras ? ~Y yo que se. “Porque la vida es como una caja de bombones”  y hoy me ha tocado drama. Lloro porque esta mañana he visto en la tele a un grupo de ballenas que morían varadas.  Lloro porque sé que yo estoy en esa misma playa. Lloro porque al mundo se le ha estropeado el sónar. Porque quiero que hoy ya sea mañana. Porque sé que aún no te atreves a abrir la ventana.


Lloro porque no sabes que tienes la luz del salón encendida, y vete tú a saber desde cuando. Y porque tú también estas llorando. Lloro porque hoy me siento sola mucho más de lo que me hubiera gustado, porque siento que estes solo y porque en algún lugar de tu casa Ratatuí también está solo y asustado. 


Me dijo que eso último no lo había entendido. Y me dio un ataque de risa. Y él desempolvó su risa a carcajadas y lloramos riendo y reímos llorando hasta agotarnos .  Estamos locos chaval. Sí , estamos locos , pero este chocolate está de muerte. Era verdad, y le dije que eso era cierto mientras le quitaba el dulce de las manos y me bebía sus labios. 



Y nos fuimos a su habitación de armario empotrado y persianas bajadas en la que solo había una cama. No encendí la luz para ver como él. Hicimos el amor como náufragos aferrados a la misma tabla. Nos buscamos con hambre, con sed y nos saciamos en la piel del otro. Haciendo jirones las sábanas.  A dentelladas . El dolor nos recordaba que aún estábamos vivos. Y la catarsis trajo calma. Y bajamos el ritmo sin parar de sentirnos. Y allí, en la oscuridad absoluta que había entre sus brazos percibimos la verdad y vimos una realidad distinta. Y comprendí que la verdad es aquello que haces y la realidad solo es una percepción. Y que nada de lo que habíamos hecho era mentira. 


Me pidió que me quedara a dormir. Le dije que me quedaba si por la mañana salíamos juntos a desayunar. Me costó convencerle. Al despertar volvimos a hacer el amor, esta vez con más calma, tranquilos,  tocándonos el alma. ~ Oye, contéstame a una cosita le dije recogiendo un botón que había en el suelo. ~¿Esos libros que dices que tienes sin estrenar, crees que me los podrías dictar? No le dio tiempo a contestar. Sonó el timbre de la puerta. Era el vecinito de al lado. Un crio encantador que olía a flores frescas , a caramelos dulces y a naranja amarga. Había perdido a Robín, un ratón chiquitín , de pelo gris y cola larga. 


Le sonreí mientras le revolvía el flequillo. Ay! Hamelin, Hamelin. La suerte que tienes, chiquillo. 





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