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El Tren (Relato para Ghad)


 El Tren.


El vagón era de los silenciosos . “Espacio libre de ruido” rezaban los múltiples carteles en forma de promesa y anhelo. Que ilusión ir de Madrid a Sevilla sin oír un puñetero teléfono. Ni me lo creo. Que tiempos aquellos en los que si que se podía dormir durante un viaje. Un poco de silencio a las siete de la mañana convendréis conmigo que no viene nada mal. Mis dos compañeros de asiento llevaban anillos de casados pero se notaba a la legua que no eran matrimonio. Él había subido al tren en el último minuto. Ella al igual que yo, había llegado antes. Aquella atractiva  desconocida, nada más sentarse enfrente, había colonizado la pequeña mesa separatoria que había entre las dos. Me daba igual la invasión, yo pensaba ir descansando. Había madrugado mucho para coger el vespertino, y la verdad, me había acostado tarde. Me moría de sueño. La mesita ya estaba empapelada con un trillón de relucientes folios híper bien colocados así como en plan psicópata.. Me pasa siempre con ese tipo de perfil , la gente tan perfumadita, tan pulcra y ordenada me recuerda a los asesinos en serie. 


Es que he visto mucho C.S.I.


Para cuando el guapo trajeado que se sentaba al lado de la rubia conquistadora de mesas llegó, yo ya había cerrado los ojos. Ella se levantó a darle un beso tan emocionada que acabó desparramando todos los papeles con su ímpetu. Ni asesina en serie ni nada. Solo era una torpe enamorada. Compañeros de trabajo eran fijo, y a él se le notaba también que tenían un lío. Hablaban bajito, acariciándose las manos. Yo iba con los ojos entrecerrados y los oídos súper abiertos. A pesar de que trabajaban para el mismo departamento llevaban tiempo sin verse. Ni su mujer ni su marido les daban tregua decían. 


Y yo que quería dormir , va a ser que no, que esto se estaba poniendo interesante…


Parecían dos adolescentes. Y que mayor soy yo, joé. No sé en que momento me he vuelto tan criticona, ya me vale. Será la envidia. Hacía mucho que nadie me susurraba al oído con tanta ilusión como la que derramaban estos dos. Llevaban la mascarilla bajo la barbilla para besarse mejor. Vosotros seguid así, que ya veréis cuando pase el revisor. Debían andar en la cincuentena. Elegantes y cultivados, se les notaba la clase. Y tampoco es que fueran dando el espectáculo, pero es que no eran horas para tanto derroche de pasión. Chavales id a un hotel por favor. La sobredosis de amor terminó por darme pudor y cerré los ojos del todo, cerrándolos mucho, así en plan persianas, a cal y canto. Me van a salir arrugas por tanta tensión ocular. Os voy a pasar la factura del cirujano plástico. 


A fuerza de apretar las pestañas, el vagón silencioso se convirtió en un túnel interminable de alta y oscura velocidad. 


No fue morbo lo que de golpe me hizo abrir los ojos de par en par , es que soy claustrofóbica y el túnel imaginario se me estaba haciendo largo. Su mano para ese entonces ya estaba entre sus piernas, bajo la falda totalmente arremangada. No sé en qué momento ella también había cerrado los ojos, se mordía la comisura de los labios conteniendo un gemido. Los pezones grandes y oscuros se transparentaban agitados marcados en la clara camisa de seda. Ellos tenían la respiración alterada y yo casi me asfixio. Intentando no hacer ruido entré en la fase crítica de la parálisis pulmonar. Intenté desviar la mirada, pero no lo conseguí. Estaba  realmente hermosa, ida, como en trance .Ella digo, yo estaba a punto del fallo cerebral masivo por la falta de oxígeno. Anoxia creo que se llama. El gesto de placer contenido al llegar al climax fue todo un espectáculo. Mientras la rubia de manicura perfecta le clavaba las uñas a la tapicería del asiento, boqueando con energía (yo era la que boqueaba, ella seguía en trance) , le miré a él,  y con sorpresa descubrí que me observaba fijamente mientras sus dedos seguían aún clavados dentro del sexo de su amante. Tenía unos ojos grandes, bonitos, almendrados y brillantes. En la frente le perlaban unas gotitas de sudor. Me ruboricé excitada y avergonzada …


Sosteniéndome la mirada,  muy lentamente se llevó los dedos expertos y húmedos a los labios. Los lamió apenas, saboreándolos delicado con la punta de la lengua. 


Me sonrió sereno, distraído, como quien sonríe autocomplacido tras un trabajo bien hecho. Y no debía ser para menos…


Fin.



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