Hoy me he levantado pensando en la lógica y en el orden.
No, no es que me haya levantado con ganas de ordenar con lógica (es que si ordeno luego no encuentro las cosas).
Veamos, os traigo una pregunta de examen:
¿Es la lógica el orden de la inteligencia?
Nos rigen dos tipos de lógica, la formal y la material. La formal estudia el orden de los conceptos, juicios, razonamientos y sus relaciones para llegar a lo “correcto” y la lógica material estudia la correspondencia entre el pensamiento y la realidad.
El conocimiento a su vez se divide en dos grandes bloques:
Tenemos el que llega a través de los sentidos, que es el Conocimiento Sensible y el otro gran bloque sería el Conocimiento Intelectual.
El conocimiento no podría darse sin el proceso de “asimilación” que incorpora a nuestro conocimiento “las ideas”.
Todo esto junto conforma el Proceso Cognitivo Humano. O dicho de otra forma, esto haría que tuviéramos Sentido Común (el menos común de los sentidos). Nuestros conocimientos de esta manera estarían dando consistencia a un nuevo aspecto de la realidad, y así podríamos discriminar lo “conveniente” de lo “inconveniente”.
¿Estáis de acuerdo en esto conmigo? Que viva la libertad. Un poco de orden amigos míos, cada cosa en su sitio y los relatos en la hoguera. ¿Os parece? Es sólo una idea…No me digáis, en este caso concreto, que no sería lo más conveniente.
————————————————————
Qué es un atajo?
Lo he buscado en el diccionario y dice esto:
“Camino más corto que el principal para ir de un lugar a otro”.
Bien sabido es que el camino más corto si te lleva a la cima, por fuerza tiene que ser el más empinado. Tiene que tener por lógica mucha más pendiente. A priori a mí me parece el más difícil. La urgencia a la hora de decidir tomar atajos en nuestras vidas nos impide ver los daños colaterales.
“El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la echa a perder por la prisa en terminarla”. Lao Tse.
La prisa y la impaciencia son nuestros peores consejeros. Por lo visto (yo en esto la verdad no estoy muy ducha, pero es lo que se dice), saber esperar tiene sus ventajas.
La verdad verdadera es que muchos atajos ni siquiera te llevan a donde tú crees que llevan (probad en el IKEA y entenderéis de qué os hablo). A veces el tomar atajos equivocados te lleva a tener que recomenzar de cero. Saltarse los pasos necesarios suele conducir al fracaso.
Cada vez que miramos hacia otro lado, cada vez que adornamos la verdad, cuando estamos sin estar, cuando oímos sin escuchar y asentimos distraídos, estamos tomando atajos. Así evitamos responsabilizarnos de lo que sucede en nuestras vidas. Ni siquiera nos cuestionamos esto que ahora digo.
Hemos normalizado esta conducta y priorizamos “atajar”.
Odiamos esperar. Creemos que donde realmente pasan las cosas es en el futuro,y nos proyectamos creyendo que si esperamos nos aburriremos. Los atajos son vías de escape. ¡Y cómo nos seduce siempre la idea de escapar!
Me quiero centrar en la palabra “espera”. La espera es una palabra que realmente nos acompaña en nuestras vidas. Espera es sinónimo de paciencia, y podemos vivirlo como si fuera un castigo o como si tener que esperar fuera una oportunidad.
Para dejar de vivir víctimas de nuestros impulsos tenemos que centranos en potenciar la paciencia. Y la constancia, que va pareja a la paciencia.
¿Acaso no nos sentimos mas orgullosos de nosotros mismos cuando nuestro esfuerzo, nuestra constancia y perseverancia nos llevan a conseguir aquello que creíamos de difícil consecución? En estos casos valoramos más lo que alcanzamos.
Decimos que la vida es una carrera. Y yo me pregunto: ¿Por qué tenemos tanta prisa por llegar a la meta?
————————————————————-
¿En que momento hemos decidido que “estar ocupados” es lo mismo que “tener éxito”?
¿Tenemos clara la meta? ¿No seremos participantes de la carrera equivocada?
Estamos en la época de las pantallas, de los estímulos incesantes que provocan el síndrome de la falta de atención.
Todo nos aburre. Pasemos a la siguiente pantalla que estamos muy ocupados y vamos a tope…
“Nadie está tan ocupado como para no encontrar tiempo para contarle a todo el mundo lo ocupado que está”. Robert Lemke.
Estar liados y estresados es nuestro estilo de vida. El día ya no nos alcanza para poner al día todas nuestras obligaciones. Llenamos nuestras agendas más allá de lo humanamente razonable. Y entonces llega el desgaste.
Es imposible, no podemos llegar a todo, pero seguimos intentándolo como intentan las moscas salir por la ventana cerrada del invierno. Zumbando y a golpes. Con prisa.
Y nos desdoblamos. El cuerpo se queda en el presente y la mente se instala en el futuro.
Ganamos tiempo restando atención.
Estamos tan ocupados mirando, observando y procesando aquello que pasa en el exterior que nos olvidamos de lo que menos pasa adentro.
Pasamos a ver nuestras vidas a través de la ventanilla. Instagram. Twitter. Televisión. Cualquiera de esos mandos nos vale con tal de no enfrentarnos a un minuto de silencio.
Nos sujetamos a cualquier estímulo externo que maquille el miedo, el dolor, cualquier ruido es bueno si solapa “nuestra verdad”.
¿Mostramos lo que somos de verdad? Nos construimos en lo aceptado, en el que dirán. Mostramos una imagen ideal hecha de “clicks” y “Likes”.
Esto acabará pasándonos factura. Yo lo sé. Tú lo sabes. Todos lo sabemos.
Tenemos tanto miedo a enfrentarnos a nosotros mismos que llenamos las noches de ruidos y los días de interminables obligaciones. Imsomnio y ansiedad, los males de la sociedad actual.
Está en nuestras manos priorizar y aprender a llevar una vida que sea “Verdad”. Necesitamos relaciones auténticas, de esas de tocar y oler, de esas satisfactorias que existen de verdad.
Lo contrario de estar ocupado a mi juicio tiene que ver con la palabra libertad.
Espero que estéis aprovechando este puente, y que estéis siendo todo lo libres que podáis.
Luego vuelvo, pero ahora mismo apago la pantalla y me voy a pasear que hace un día espectacular.
———————————————————-
¿Cuando escuchas un mensaje de audio en el WhatsApp tú también le das al X 2? ¿Aceleras el audio para terminar de escucharlo antes?
La tortuga en algunas culturas tiene un cariz espiritual, es símbolo de longevidad y sabiduría.
Ayer descubrí que a pesar de que mi animal favorito es la tortuga, resulta que soy más liebre y eso me hizo reflexionar sobre la sabiduría de la tortuga (algo de lo que evidentemente carezco).
La sociedad de la prisa me tiene atrapada y al leer un poco sobre lo que lo que la falta de frenos produce a nivel celular, descubro que hay un montón de patologías asociadas e inherentes exclusivamente a la falta de calma.
Fuente: “Sin prisa pero sin pausa” José Luis Trechera.
Alteraciones Psicosomáticas, trastornos metabólicos, obesidad, insomnio…
Ansiedad, tensión, aumento de agresividad, competividad, estado de alerta constante.
Activismo que te convierte en multitarea.
Omnipotencia, omnipresencia y creerse indispensable. Uno llega a creer que es necesario e insustituible (en Japón hay personas que mueren por “Karoshi”, que es una patología que se ha puesto de moda. Vamos lo que viene siendo vulgarmente morir por agotamiento laboral).
Deshumanización personal, nos volvemos robots y dejamos de pensar.
¿De verdad que no hay tiempo para sentir y experimentar disfrutando? Me niego a pensar que hemos dejado que esto nos suceda.
Le he robado a Milán Kundera una frase que me gusta mucho:
“Cuando las cosas suceden con tal rapidez, nadie puede estar seguro de nada. De nada en absoluto”.
Yo de momento ya he desactivado el X2 en el WhatsApp.
Anoche hablaba con un amigo sobre el “principio de incertidumbre”. Cuanto más preciso es el conocimiento de la posición de una partícula, más imprecisa es su masa y su velocidad, y viceversa.
Este principio fue formulado en 1925 por Schrödinger (el del famoso gato a la vez vivo y muerto dentro de la famosa caja).
Nuestra mirada interactúa con lo que observamos. Dicho de otra forma, el gato no existe hasta que nosotros lo miramos. Somos responsables de lo que elegimos percibir. Yo a esto lo llamo crear mi propia realidad (oye, ya que el mundo es subjetivo y puedo elegir, decido que el gato esté vivo).
Si estuviéramos filosofando la incertidumbre sería lo opuesto a la certeza. A partir de este principio podemos llegar a pensar las cosas de otra manera y generar mejoras en el conocimiento, interpretación y disfrute en el mundo que nos rodea.
¿Es entonces más valiosa la incertidumbre que la certeza?
La incertidumbre es un desafío. Es el revulsivo que nos catapulta a un pensamiento mayor.
¿Y tú, cómo prefieres ver al gato del experimento?
Se me ocurre que esta época de tanta incertidumbre que nos está tocando vivir por fuerza ha de llevarnos a pensar, y como soy optimista por naturaleza, estoy segura de que hay un cambio gestándose a lo grande.
Tengo la certeza de que esta incertidumbre pronto va a servir para algo.
El primero que averigüe ese “algo” por favor que me lo cuente. Me muero de curiosidad (aunque dentro de la caja la curiosidad es lo que me mantiene viva).
Pequeños mostruos, haced el favor y sed muy curiosos, que además el gato tiene siete vidas… Vivid, que nosotros sólo tenemos una, es ésta y está pasando.
¿Eres más de los que mientes o crees que eres más de los que dices la verdad?
¿Por qué mentimos tanto?
No todos los grados de mentira tienen la misma importancia, pero convendrás conmigo que transformar la realidad constantemente por no querer dañar a otras personas agota. No es funcional jugar a ocultar la verdad.
Y sí, omitir información de forma consciente para evitar dañar, soslayar la confrontación o librarte de un castigo también es mentir. Se siente. No hay forma de querer pintar de color a las mentiras. Eso de son mentiras piadosas o blancas no cuela. Eso ya no se lo cree nadie. Son mentiras y punto.
Vale, lo mío tampoco es normal, el “sincericidio” por decir la verdad sin filtros también tiene delito. Pero a no ser que esté muy segura de que voy a hacer daño a la otra persona no maquillo la verdad (y la mayoría de las veces no me doy cuenta de que mayoría de las personas son hipersensibles). Mea Culpa, ya me pongo yo sola el cilicio por ser como soy.
Hay personas que mienten por puro deporte. Mitómanos en buena forma y de alto nivel. Debe ser superestresante mentir y mentir para tapar tus propias mentiras. ¡Qué trabajo! Menudo rollo. Hay que tener muy buena memoria para salir indemne. Y ya os lo digo yo, hay que tener también “las patas muy largas”.
Te pillan fijo en un renuncio.
¿Entonces, por qué se miente tanto? Pues ya os lo digo yo si me lo permitís, que esto casualmente me lo sé. Se miente por la necesidad de aceptación, porque pensamos que mintiendo obtendremos aquello que deseamos, por inseguridad, para postergar enfrentarnos a aquello que sabemos que de antemano va a desembocar en discusión, por temor al rechazo, por querer manipular al otro (suma y sigue, te invito a que sigas)...
Es curioso, los hombres mienten más por sentirse mejor ellos y las mujeres por hacer sentir mejor a los demás (esto es estadística, no matéis al mensajero).
“El ser humano es el único animal que es capaz de engañarse a sí mismo”. David Livingstone.
La verdad, creo que decir la verdad tiene sus ventajas. Las mentiras confesadas están de antemano medio perdonadas.Yo hoy te ofrezco sinceridad.
A ver si entre todos conseguimos cambiar esta realidad:
“Se calcula que cada día leemos y oímos más de 200 mentiras”.
Por mí, hoy, una mentira menos. ¿Os apuntáis a hacer descender el marcador?
————————————————————
Todo el mundo dice que estamos hechos de “átomos” pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”.
Es verdad, nos conforman las historias. ¿Al día, cuántas veces compruebas tu correo? ¿Cuántas llamadas de teléfono atiendes? ¿Cuál es el número de redes sociales con las que te desayunas?
Desde los inicios, allá cerca del homo erectus (si no antes), las “historias” forman parte importante del ser humano. Ha sido el medio que hemos elegido para transmitir conocimientos. Nos relacionamos. Vivimos, sobrevivimos y morimos con ellas. La esencia del “ser” humano fluye con la propia historia.
¿Estaríamos aquí sin ella?
¿Crees realmente que prestamos hoy día la atención suficiente para escuchar, atender, procesar y disfrutar de lo que tienen que contarnos los demás?
La vida cotidiana nos ofrece cada día un perfecto exoesqueleto donde vertebrar las buenas historias. Amaneceres, cañas con los amigos, amores, conflictos… Somos protagonistas de nuestros propios inicios, nudos y desenlaces, pero aparentemente parece que hemos olvidado que estos elementos son la sal para no dejar de comunicarnos. Hemos olvidado que las historias de verdad nos unen de verdad con quienes nos interesan.
Yo personalmente he decidido dejar de pasar de puntillas por mi propia historia. Escuchar más y hablar menos. Pero sobre todo estar, prestar atención al tiempo que comparto, focalizarme a el segundo presente.
Bueno, me corrijo, en realidad debería decir focalizarme al primer segundo presente. Sólo tenemos una vida. Tratándose de tiempo, serán siempre primeros segundos, no tendremos segundas oportunidades.
¿No creéis que deberíamos prestar más atención a las historias que los demás nos cuentan?
Que alguien vaya encendiendo una hoguera por favor. A mí hoy me apetece una de las buenas.
———————————————————